jueves, 27 de septiembre de 2007

Otra vez, Roma dando la pauta. ¿Y nosotros, otra vez haciendo lo contrario?

La salvaguardia de la antigua escuela romana llevada a cabo por la Capilla Liberiana recibió por fortuna nueva savia e impulso con el “movimiento ceciliano”. Se le devolvió a la música sagrada importancia y dignidad; se multiplicaron los esfuerzos en la investigación paleográfica y se llegó a la promulgación por parte de Pío X del Motu proprio Inter pastoralis officci sollicitudines (1903), que le devolvió plena dignidad al canto sagrado, y se fundó el Pontificio Instituto de Música Sagrada (1911).


En este clima de renovado fervor musical se inserta el gran maestro de ese siglo: Licinio Refice. Director de la Capilla Liberiana desde 1911 hasta 1947 fue, junto con Lorenzo Perosi y Raffaele Casimiri, el verdadero artífice de la renovación de la música sagrada italiana. Profesor del Pontificio Instituto escribió oratorios, cantatas, poemas sinfónico-corales, las óperas Cecilia (1934) y Margherita da Cortona (1938), además de una abundante producción musical litúrgica, en gran parte inédita, sacada a la luz por Mons. Miserachs y conservada en los archivos de la Basílica.

Desde 1947 a 1977 prosiguió su obra Domenico Bartolucci, que luego sería llamado a dirigir la Capilla Sixtina, figura de gran autoridad y atento conocedor de la antigua escuela polifónica, que impregna profundamente su estilo compositivo. Autor también de oratorios y profesor del Pontificio Instituto de Música Sagrada, desde 1973 contó con la colaboración de mons. Miserachs, actual maestro titular. Valentí Miserachs Graus nace en Cataluña en 1943. Llega a Italia en 1963 para completar sus estudios teológicos y musicales. Ha sido organista de la Capilla Julia de San Pedro bajo la dirección de Armando Renzi desde 1975 a 1980. Profesor de composición durante cinco años en el conservatorio de Matera, es uno de los fundadores de la escuela de música “Tomás Luis de Victoria” de Roma, donde durante veinte años ha enseñado Composición, Órgano, Canto coral y Dirección polifónica y Ejercitación orquestal. Es notable su actividad concertística, tanto como organista que como director de conjuntos corales y orquestales. Además de su producción musical litúrgica destinada a la solemnización del culto en la Basílica —4 volúmenes de Motetes, Magnificat, Misas, Salmos responsoriales, Vísperas, etc.— destacan los oratorios Beata Virgo Maria, Stephanus, Isaia, Mil anys, el poema sinfónico-coral Nadal y la Suite Manresana para orquesta. Desde 1995 es el Presidente del Pontificio Instituto de Música Sagrada.


Bajo la dirección del Maestro Miserachs y de su colaborador el p. Aurelio Zorzi sm, la Capilla Liberiana es desde hace años un motivo de orgullo para la Basílica de Santa María la Mayor. Durante todos los domingos “per annum” el servicio de los cantores (unos veinticinco entre tenores y bajos) y del organista titular, el maestro Juan Paradell Solé, o de su sustituto el maestro Gabriele Terrone, solemniza la santa Misa capitular de las 10 de la mañana. La plantilla masculina se enriquece en las principales solemnidades con un coro femenino, preparado y dirigido por el maestro Antonio Alessandri, que suple la falta de voces blancas. Otra señal de la voluntad de devolverle su lustro y esplendor a este “monumento vivo” de la música sagrada ha sido la institución de un grupo estable de metales, dirigido por el maestro Luca Petrongari. Su intervención en las solemnidades mayores (Navidad, Pascua de Resurrección, Pentecostés, etc) corona el clima de maravillosa elevación espiritual que puede respirarse en las amplias naves del templo mariano por excelencia. Pero no cabe duda de que la liturgia alcanza su máximo esplendor en las celebraciones de la Inmaculada, de la Asunción y en la fiesta de la Consagración de la Basílica, el 5 de agosto. Es la tradicional fiesta romana de la Virgen de la Nieve que termina con la espectacular “nevada” de pétalos blancos en la nave central durante el canto del Gloria en la Misa y del Magnificat en la celebración de la Segundas Vísperas.


No es menor el encanto que conservan los servicios de Adviento y de Cuaresma que, respetando la tradición más antigua, se realizan rigurosamente “a capella”. Es asimismo sugestiva la participación de los cantores en las procesiones del Domingo de Ramos y del Corpus Christi y en las funciones de la Semana Santa.



Por desgracia en los últimos decenios una fanática y falsa referencia a los dictámenes del Concilio Vaticano II, a menudo ampliamente tergiversados, ha causado un progresivo cuanto deletéreo rechazo de la sana práctica coral en favor de “modernas” formas musicales con la ilusoria intención de hacer más actual y atractiva la liturgia. En este difícil panorama la Capilla Liberiana se presenta como el baluarte de la tradición romana más auténtica, que tanto ha dado al mundo de la música y cuyo patrimonio no puede ni debe olvidarse. Muestras de estima y aprecio por parte de los cardenales arciprestes de los últimos treinta años y de todo el Cabildo, además de los numerosos estimadores y amigos, animan al maestro, a los maestros colaboradores y a todos los cantores a perseverar en su misión de testigos del arte musical sagrado.

La música en la Misa debe ser más digna y ayudar a las personas a rezar, dice el Papa Juan Pablo II

CNS / ACIVaticano

Aunque el canto gregoriano y los órganos ocupan un lugar de honor en la historia de la música litúrgica, el empleo de nuevas composiciones y de otros instrumentos pueden ser apropiados en la Misa, siempre que reflejen el carácter sagrado de la celebración y ayuden a los fieles a rezar, expresó el Papa Juan Pablo II en un nuevo documento dado a conocer en italiano el 3 de diciembre, para conmemorar el 100º aniversario de un texto sobre el mismo tema, escrito por el Papa Pío X.
Aunque muchas canciones litúrgicas modernas se valen de estilos y de instrumentos “que no carecen de dignidad”, señaló el Papa, “es preciso garantizar que los instrumentos sean apropiados para el uso sagrado” y la dignidad del templo. Como dijo San Pío X 100 años atrás, “la música es una parte integral de la solemne liturgia, y no sólo un aditamento decorativo, escribe ahora Juan Pablo II.
La música empleada en la Misa tiene que ser música sagrada basada en textos sagrados, insistió Juan Pablo II. Su contenido y su ritmo tienen que seguir los gestos y el tono de la liturgia a la cual acompaña.

La liturgia asume un respiro cósmico y universal
Al día siguiente, 4 de diciembre, el Pontífice firmó una Carta Apostólica sobre la liturgia, que se publicó con ocasión del 40 Aniversario de la Constitución del Concilio Vaticano II Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia.
En la Carta de 16 puntos, el Santo Padre señala que la Sacrosanctum Concilium fue “primicia de aquella ‘gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX’, el Concilio Vaticano II”, que le concede la ocasión para “redescubrir las temáticas de fondo de la renovación litúrgica querida por los Padres del Concilio, verificar de alguna forma su recepción y dirigir la mirada hacia el futuro”.
“La vida litúrgica de la Iglesia asume un respiro cósmico y universal, marcando de manera profunda el tiempo y el espacio del hombre”, dice el Papa; y agrega que “en esta perspectiva se comprende también la renovada atención que la Constitución da al año litúrgico, el camino a través del cual la Iglesia hace memoria del Misterio Pascual de Cristo y lo revive”.
El Pontífice recuerda luego la importancia que el Concilio concede a la música sagrada “cuyo fin es ‘la gloria de Dios y la santificación de los fieles’”; así como al arte sagrado, que permite que “el culto pueda brillar también por el decoro y la belleza del arte litúrgico”.
“Un aspecto que es necesario cultivar con mayor compromiso en el interior de [las iglesias] es la experiencia del silencio”, dice el Santo Padre. “En una sociedad que vive de manera cada vez más frenética, frecuentemente aturdida por los ruidos y dispersa en lo efímero, redescubrir el valor del silencio es vital”, agrega.
Por eso, explica el Papa, “la pastoral litúrgica, a través de la introducción a las diversas celebraciones, debe inspirar el gusto por la oración”. En este aspecto, “es importante introducir a los fieles a la celebración de la Liturgia de las Horas, que, ‘en cuanto oración pública de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oración personal’”
Juan Pablo II señala luego el papel irrenunciable de los sacerdotes “en la educación para la oración y en particular en la promoción de la vida litúrgica” de los fieles laicos; una responsabilidad que no supone rigidez: “la renovación litúrgica realizada en estos decenios ha demostrado cómo es posible conjugar una normativa que asegure a la Liturgia su identidad y decoro, con espacios de creatividad y de adaptación, que la hagan cercana a las exigencias expresivas de las diversas regiones, situaciones y culturas”.
En el capítulo titulado “De la renovación a la profundización”, Juan Pablo II señala que “a la distancia de 40 años, es oportuno verificar el camino recorrido” y a propósito, lanza importantes preguntas a la Iglesia:
“¿Es vivida la liturgia como ‘fuente y culmen’ de la vida eclesial?”
“El redescubrimiento del valor de la Palabra de Dios, que la reforma litúrgica ha obrado ¿ha encontrado un resultado positivo al interior de nuestras celebraciones?”
“¿Hasta qué punto la liturgia ha entrado en la realidad vivida de los fieles y marca el ritmo de cada comunidad?”
“¿Es comprendida como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y del espíritu misionero eclesial?”
El Papa señala luego la necesidad de revisar los libros litúrgicos, destacando que en la base de esa revisión “debe existir un principio de plena fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, autoritativamente interpretadas en particular por el Concilio Vaticano II”. Esta fidelidad, agrega, “compromete en primer lugar” a los obispos.
“En esta perspectiva –sigue el Santo Padre – resulta más que nunca necesario incrementar la vida litúrgica al interior de nuestras comunidades, a través de una formación adecuada de los ministros y de todos los fieles”.
“Es necesario, por tanto, una pastoral litúrgica a tono con una plena fidelidad a los nuevos ordines”, agrega el Papa, refiriéndose a los nuevos leccionarios.
Agrega luego que respecto del domingo como día del Señor, se han realizado “esfuerzos notables en la pastoral para que el valor de domingo fuera redescubierto. Pero es necesario insistir en este punto”, señala el Pontífice.
El Papa recuerda luego que la Sacrosanctum Concilium estimula a la comunidad cristiana “a intensificar la vida de oración no sólo a través de la Liturgia, sino también de los ‘ejercicios piadosos’, que realizados en armonía con la Liturgia, casi derivan de ésta y a ésta conducen”.
En la Conclusión, el Santo Padre destaca que la promulgación de la Sacrosanctum Concilium “ha señalado en la vida de la Iglesia, una etapa de fundamental importancia para la promoción y el desarrollo de la Liturgia”; y augura que “se desarrolle, al inicio de este milenio, una ‘espiritualidad litúrgica’, que haga tomar conciencia de Cristo como el primer ‘liturgo’, que no deja de actuar en la Iglesia, para gloria del Padre, en la unidad del Espíritu Santo”, afirma el Papa.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Una lección desde Viena. Sobre cómo cantar la Misa.

La polifonía de Haydn y las antífonas gregorianas del misal antiguo acompañaron la misa del Papa en la capital de Austria, toda celebrada con "la mirada hacia Dios". Un modelo para las liturgias católicas de rito latino en todo el mundo.


Por Sandro Magister


ROMA, 12 de setiembre del 2007

Entre las muchas cosas que Benedicto XVI dijo e hizo en sus dos viajes de inicios de setiembre, a Loreto y a Austria, hay dos que marcan y distinguen en modo inconfundible su pontificado.
Ambas tienen que ver con la visibilidad de la Iglesia, con su capacidad de comunicar: no a sí misma sino “las cosas de arriba”.

En Austria, con la misa en la catedral de Viena del domingo 9 de setiembre, Benedicto XVI ha hecho entender como quiere que la Iglesia aparezca ante los hombres, en el momento en el que se muestra más altamente reconocible: la celebración eucarística. Con la misa celebrada en la catedral de San Esteba, Benedicto XVI ha vuelto a dar vida a una tradición musical y litúrgica que había permanecido ininterrumpida desde hace décadas.


En efecto, hasta donde se alcanza a recordar, la última celebración papal acompañada de la ejecución completa – Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus, Agnus Dei – de una gran misa polifónica se remonta al 1985, con la "Krönungsmesse" de Mozart dirigida por Herbert von Karajan, en San Pedro. Y la penúltima, al lejano 1963. También aquella vez la misa fue celebrada en San Pedro, y el autor escogido fue Giovanni Pierluigi de Palestrina, maestro de la polifonía romana del siglo XVI.
Esta vez la misa fue celebrada en Viena y el autor con justicia fue el austriaco Franz Joseph Haydn: con la estupenda “Mariazeller Messe” del 1782, para coro, solos y orquesta.

También el canto gregoriano ha hecho una reaparición importante en la misa papal del 9 de setiembre. Durante la comunión el coro cantó varias veces la antífona “Vovete”, propia de este domingo en el misal de rito antiguo, alternada a versículos del salmo 76 también cantados en latín: “Haced promesas al Señor, vuestro Dios, pero cumplidlas. Vosotros, que rodeáis al que es digno de temor, traedle ofrendas. Pues él quita la vida a los gobernantes y causa temor a los reyes del mundo".

Un crítico musical hubiera aprobado con la máxima nota la espléndida ejecución, dirigida por Markus Landerer, maestro de capilla de la catedral de Viena. Pero se trataba de una misa, no de un concierto. Y Benedicto XVI impartió con esta finalidad una lección clara, en dos sucesivos momentos de la jornada.
En el Ángelus, pocos minutos después del término de la misa, comenzó su discurso así:

“Esta mañana ha sido para mi, una experiencia particularmente bella el poder celebrar con todos vosotros el día del Señor en un modo tan digno en la magnífica catedral de San Esteban. El rito eucarístico realizado con el debido decoro nos ayuda a tomar conciencia de la inmensa grandeza del don que Dios nos hace en la santa misa. Precisamente así nos acercamos también al asunto y experimentamos la alegría de Dios. Estoy agradecido por tanto a todos los que mediante su contribución activa en la preparación y el desarrollo de la liturgia o también mediante su participación recogida en los sagrados misterios, han creado una atmósfera en la que la presencia de Dios era verdaderamente perceptible”.

En la tarde, en el monasterio de Heiligenkreutz donde cada día 80 monjes cistercienses celebran el oficio divino en puro gregoriano y totalmente en latín, dijo: “En la belleza de la liturgia, […] donde juntos cantamos, alabamos, exaltamos y adoramos a Dios, se hace presente sobre la tierra un pedacito de cielo. No es en verdad temerario si en una liturgia totalmente centrada en Dios, e los ritos y en los cantos, se ve una imagen de eternidad. […] En todo tipo de tarea para la liturgia el criterio determinante debe ser siempre la mirada hacia Dios. Estamos frente a Dios: Él nos habla y nosotros le hablamos a Él. Donde las reflexiones sobre la liturgia se nos pregunta solamente cómo hacerla atractiva, interesante y bella, la partida ya está perdida. O sea es opus Dei, obra de Dios, con Dios como específico sujeto, o no es. En este contexto os pido: realizad la sagrada liturgia a teniendo la mirada en Dios en la comunión de los santos, de la Iglesia viviente de todos los lugares y de todos los tiempos, con el fin de que se hagan expresión de la belleza y de la sublimidad del Dios amigo de los hombres”. “Una liturgia que se olvida de mirar a Dios está, como tal, en su ocaso”.


Difundidas al mundo, las misas papales son un paradigma para las liturgias de la Iglesia latina en todo el mundo.